Bueno... tampoco era tan difícil de entender. Bastaba abrir los ojos. Mirar las cosas como realmente son y no como desearías que fueran. "Mirarlas" no . El término adecuado es "aceptarlas".
No nos engañemos: las cosas NUNCA son como nos gustaría que fuesen. A veces son peores, otras mejores o sencillamente no son, como en este caso.
A menudo me acusan de ser impulsiva cuando lo cierto es que jamás hago nada sin haber llevado a cabo un debate interior, un análisis de los pros y los contras bastante exhaustivo. Cada una de mis acciones, cada uno de mis gestos, cada palabra es producto de una serie de conexiones de hechos, pensamientos, reflexiones, recuerdos... Si el resultado puede parecer "irracional" o "precipitado" se debe sólo a mi tendencia innata a ignorar la parte racional de mis comeduras de coco.
Aunque, eso sí, necesito entenderlo todo. Siempre ha sido así. Y esto, en los tiempos que corren, es un problema ya que la mayor parte de la gente procede caprichosamente con movimientos de traslación alrededor de sí mismos. Y la incomprensión de sus actos me crea un profundo sentimiento de impotencia, de confusión que no sé cómo gestionar. Quizás porque necesito encontrar la lógica de todo, sobre todo de lo que se me antoja incomprensible o inconsitente.
Será porque no consigo vivir nada de manera superficial. Será porque todo, lo bueno y lo malo, lo vivo intensamente. No sé hacerlo de otra manera .
Yo no concibo la vida sin pasión, sin correr riesgos, sin jugármelo todo en cada apuesta.
Serà.....
Sea como fuere, por fin lo he entendido: no había NADA que entender....
Y así infinitamente.....
31 dicembre '16
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