Toda pérdida conlleva un período de luto aunque se trate de una muerte anunciada, casi esperada (nunca se está preparados para semejante dolor, sobre todo, cuando se ama).
Las lágrimas ayudan a lavar el alma para que pueda cicatrizar y regenerarse.
La desesperación es imprescindible para aceptar lo incomprensible y superar la impotencia.
Toda pérdida por pequeña o grande que sea necesita un tiempo de asimilación, de adaptación para que se pueda volver a mirar de frente sin sombras ni tristezas. Olvidar tal vez no pero sí aprender a convivir con esa ausencia.
Intentar abreviar los tiempos necesarios para este proceso, es como poner cimientos de cartón en la construcción de un rascacielos. Es cierto que forrar toda la base con hormigón cuesta más tiempo y esfuerzo pero su solidez es indiscutible y evitará muchos problemas sucesivos de cedimiento.
Es fundamental aprender a respetar el duelo de los demás pero aún lo es más hacer lo propio con el nuestro.
26 febrero 2019
Viterbo (Lazio), luglio 2018
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