Mañana empieza un nuevo año para mí y, aunque no necesito una excusa para hacer balance, aprovecho la ocasión para algo que me encanta: ¡Escribir! ¡Escribir-me!
Mi año LI ha sido, sin lugar a dudas, uno de los más enriquecedores (me atrevería a decir el que más en absoluto) de toda mi vida.
Se han poducido profundos cambios en mi persona, una transformación absoluta. Nada casual o debido al azar. ¡Todo lo contrario! Se ha tratado de un proceso necesario, buscado, deseado y duramente perseguido. Un año de trabajo continuo para desenmascarar a los fantasmas que durante gran parte de mi vida han habitado en mi interior y que se habían apoderado de mi voluntad y de mi entusiasmo sumiéndome en una especie de grisura medieval.
Ha sido el año del "¡Basta! ¡Me niego a seguir sobreviviendo! ¡Quiero aprender a VIVIR conmigo misma!".
Recuerdo cuando mi psicóloga (ya "ex"...) me hablaba de la gente con bienestar, que no es lo mismo que felicidad pues ésta es efímera y depende a menudo de factores que escapan de nuestro control mientras que el bienestar, la plenitud, la serenidad van íntimamente ligados a la actitud con la que afrontamos lo que nos sucede. Yo la escuchaba y veía ese bienestar interior como una quimera, una ensoñación casi. En todo caso, como algo lejano y en ocasiones inalcanzable. Sin embargo, mi decisión de luchar por ello era firme y yo tengo una fuerza de voluntad inquebrantable. Por lo que decidí ponerme manos a la obra de la única manera que sé hacer las cosas: con pasión, dedicación y tenacidad.
El cambio es notable a simple vista. La gente que me rodea es testigo de ello y me lo hacen presente con frecuencia. Empezando por mis niñas lo cual me llena de orgullo.
Lo que muy pocas personas saben es el durísimo trabajo que está detrás de mi sonrisa y de mi alegría. Cuántos folios escritos analizando y destripando pensamientos. Y creedme, no es nada fácil sino todo lo contrario. Cuántas lágrimas bajo la ducha para evitar mi dolor a las dos personas que más amo en este mundo. La lucha feroz contra la apatía y la desgana. El dolor incluso físico de la resistencia para no caer de nuevo. El coraje de plantarle cara a la bestia para demostrarme a mí misma que el peligro estaba sólo en el modo errado de mis no-razonamientos. El combatir la desidia y hacer "los deberes" cada día, sobre todo cuando me sentía sin fuerzas para hacerlo. El tiempo dedicado a respirar, a parar, a pararme, a aprender a estar en el momento presente sin dar tumbos anacrónicos, a obligarme a retomar las ganas extraviadas.
En este momento, a punto de inaugurar mi año LII, SIENTO con intensidad lo que vivo, lo que veo, lo que escucho, lo que toco, lo que ingiero, lo que huelo; en resumen, todo lo que me circunda. Lo disfruto y no me resulta difícil encontrar el lado positivo que todas las situaciones esconden. Estoy dispuesta a aceptar la tristeza pero no el sufrimiento porque sé que he nacido para VIVIR a 360° y sobre todo porque después de 51 años y 365 días, estoy BIEN y A GUSTO conmigo misma, sin necesidad de adobos externos (que tampoco excluyo, obviamente).
Sí, hoy 1 de noviembre del 2018, último día de mi año LI, afirmo y constato que me siento BIEN, serena, llena de vida, de entusiasmo y actualmente feliz.
IBONE (con mayúscula)
1 noviembre 2018
Nessun commento:
Posta un commento
Commenti / Comentarios