Se perdieron sin haberse encontrado, en el momento preciso en que la distancia entre ambos no superaba un milímetro a pesar de la distancia.
Se perdieron porque él no la quería perder. ¡Le importaba demasiado!
Y ella perdió todo lo que tenía, lo que nunca había tenido, todo lo que pudo ser, lo que estaba siendo. Hubiera dado cualquier cosa por no perderlo... ¡otra vez! ¡Esta vez!
Se perdieron porque él quería conservarla para toda la vida y para ella la vida era ese momento. Todo lo demás era perder tiempo.
Se perdieron mientras se miraban a los ojos y con sus miradas se decían todo lo que habían decidido callar. Miradas perdidas en un vacío desolador. Reprimiendo las ganas de extender sus manos y acariciarse el ánima.
Un beso lleno de tristeza disfrazado de sonrisa. Un guiño burlón para maquillar la angustia.
¿Valió la pena perder la oportunidad de rozar con la yema de los dedos la felicidad?
Se perdieron: ella decidió perderlo. Él... no hizo nada para no perderla.
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