Advertencia

Todo lo que publico en este blog es material original libremente creado por mi mente. La idea es la de reunir textos que he escrito en el pasado alternándolos con textos que produzco en la actualidad.
Ninguna pretensión literaria. Todo lo que escribo nace de mi imaginación, de mis sentimientos, de mis vivencias. ¡Es exclusivamente mío!
Yo no escribo lo que pienso, yo escribo lo que siento. Si a alguien lo incomoda de alguna manera, no tiene por qué leer.

sabato 15 febbraio 2020

Entre santos y sandeces


Ayer fue San Valentín, día de los enamorados. Y, al parecer, hoy es San Faustino, día de quienes no tienen pareja.

Para quien no lo sepa, yo soy apóstata por lo cual no creo en sus santidades en el estricto sentido religioso de la palabra. Sin embargo, todo este trasiego de gente a favor o en contra de ambos, sobre todo del pobre San Valentín, me está empezando a sacar de quicio. Empiezo a aburrirme de esta guerra entre los de uno y otro bando. Más que nada porque no los veo ni como opuestos ni como enemigos ni como excluyentes.

Como siempre, evidentemente en mi humilde opinión absolutamente personal, el trasfondo está impregnado de hipocresía. No me refiero al hecho de que, actualmente, el 100% de los eventos y festejos que rodean nuestra existencia desde ya antes de nacer hasta después de estar muertos, tengan un marcado carácter consumista. Sinceramente, me encanta el consumismo y hago uso de él cuando me da la realísima gana sin necesidad de tener que justificarme o justificarlo. No obstante, mi observación va contra aquellos que “odian” el día de San Valentín izando con orgullo la bandera del “yo no tengo a nadie y ni falta que me hace porque conmigo mismo ya me siento completo”. ¡Mentirosos! O ascetas… que también puede ser. Dudo mucho que la mayoría de ellos sea sincera.

¿Os habéis dado cuenta de la proliferación en los últimos años de gente que siente la necesidad de declarar públicamente este casi odio hacia lo que tenga que ver con el amor, las relaciones de pareja, los sentimientos, los compromisos, las manifestaciones de afecto? Como si todo ello, nos debilitara el carácter. Como si no fuese una parte inherente a la persona. Como si los desengaños amorosos sufridos pesaran sobre ellos como una lápida mortuoria.

Pues bien, yo no pertenezco a ese grupo. Cierto  es que, a lo largo de mi vida y aunque ha habido ocasiones en las que lo he intentado, nunca me he sentido dentro de ningún grupo y no iba a empezar justo por éste. Pero vuelvo al tema que me voy por las ramas fácilmente.

Actualmente no tengo pareja. Ni tengo ni busco ni me desespero por no tenerla. En el pasado sí me sucedía; pero he trabajado duro para erradicar de mi vida las dependencias, en particular, las nocivas y la necesidad (para nada irracional, por cierto, ya que solemos ser lo que somos, en gran parte, por lo que nos ha tocado vivir en el pasado) de tener a alguien junto a mí ya que no era capaz de vivir sola conmigo misma. Todo ello me ha llevado a tolerar situaciones, a veces, que rozaban (usemos un eufemismo) el maltrato psicológico. Afortunadamente todo ello pertenece al pasado.

Estoy momentáneamente en “barbecho” lo cual no implica que “me cague en el amor” y que le eche pestes o que considere que estoy mejor sola. Por supuesto que estoy mejor sola que mal acompañada. Sobre esto y a día de hoy, no tengo ninguna duda. Llegar aquí ha sido un maravilloso e importante logro. Pero preferiría estar “bien” acompañada.

Estoy bien conmigo misma lo cual no significa que mi vida esté completa.

Considero que, como seres sociales que somos, necesitamos relacionarnos con los demás en varios ámbitos para conseguir la plenitud personal.

Por lo que a mí respecta, amo compartir mis pensamientos, algunos fragmentos de mi tiempo y los proyectos de futuro. Y sobre todo, necesito dar y recibir amor. Besos. Caricias. El contacto físico con otro cuerpo. Miradas. Palabras. Gestos. Viajes. Comidas. Sexo. Intercambiar detalles y atención.

Me sorprende la gente que se vanagloria de lo a gustito que está sola pero que no hace más que buscar cosas para hacer en esos momentos. Tienen que llenar su tiempo de “placentera soledad” con un sinfín de actividades, o bien con una excesiva dedicación a su trabajo o con una obsesiva concentración sobre sus hijos o incluso sus mascotas. En resumen, parece que deben sentirse constantemente ocupados haciendo algo. Desde mi punto de vista, eso no es estar a gusto solos. Porque si lo estuvieran realmente, no necesitarían nada más que a sí mismos. Sin más.

A mí me encanta estar sola, sin hacer nada. O haciendo lo que realmente me apetece sin el afán de ocupar cada minuto con algo que “no me haga pensar”. Como en este momento, por ejemplo, en el que me dejo llevar por mi pasión por escribir. O quedarme mirando el sol que se filtra por entre las cortinas. A veces, me basta tener encima a Gaia y acariciar su cabecita. Tumbarme al sol con los ojos cerrados sin hacer absolutamente nada. O caminar por Salamanca con los cascos escuchando música. Yo sola. A veces conmigo misma. Otras ni siquiera.

Aun así, me gustaría tener una pareja. ¡Ya lo creo! Porque necesito sentir lo que se siente cuando alguien a quien amas y que te corresponde está cerca de ti. Y eso, mis queridos “solitarios a ultranza”, es algo que no pueden dar ni los amigos, ni los hijos, ni el trabajo, ni la frenética búsqueda de actividades con que enmascarar vuestras solitarias vidas para poder sentir una falsa “plenitud”.

En fin, enhorabuena a quien realmente esté feliz solito en el mundo.
Y de manera especial, enhorabuena a quien ha encontrado a alguien con quien vale la pena compartir y celebrar el amor.

Por mi parte, seguiré en barbecho a la espera de encontrarlo también yo. Por suerte, ni estoy desesperada ni desespero.

15 febbraio ’20-Ibone



Cagliari (Sardegna)-aprile'19

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