La tarea del taller se basaba en el libro "El peor escenario posible", de Alejandro Morellón.
El peor escenario posible
La madre
Se levantó con una fuerte migraña en sintonía con una gran
agitación en el pecho. Las pesadillas que se habían solapado durante su sueño
inquieto le habían dejado una extraña sensación. Parecían tan reales que lo
primero que hizo nada más levantarse, fue ir a la habitación de Jonás para comprobar
que sólo había sido un horrible sueño sin más.
El niño dormía plácidamente ajeno al desasosiego de su
progenitora.
“Voy a desayunar algo a ver si me entono y luego lo despierto”,
pensó.
Encontró a su marido en la cocina sorbiendo su café mientras
controlaba el móvil.
-
Buenos días, cariño. ¡Menuda nochecita me has
dado! No dejabas de moverte y lanzar patadas y puños.
-
Buenos días, amor. He tenido un montón de sueños
terribles y todos con el mismo hilo conductor: en la televisión no paraban de informar
sobre un suceso gravísimo ocurrido en el
cole de Jonás. Las imágenes eran escalofriantes. Hasta el punto de que me he despertado
con muy mal cuerpo. ¡No te digo más que estoy valorando el no llevar al niño al
cole!
-
¡Qué dramática eres, cariño! Sólo ha sido una
pesadilla. Tengo que irme ya o llegaré tarde. ¡Te quiero mi Casandra particular!-
bromeó él.
Después de acompañar al niño al
colegio, se dirigió al gimnasio para su habitual clase de yoga con la
convicción de que la ayudaría a apaciguar su ansiedad.
Al acabar, mucho más relajada, pasó
por el supermercado para comprar algunas cosas que hacían falta en casa.
Paseaba con su carrito sin
prestar especial atención a la emisora de radio que se escuchaba por los
altavoces. Hasta que el corte brusco de la canción que estaba sonando, dio paso
a un informativo especial.
“Interrumpimos la transmisión
para informar de una noticia de última hora. Nos comunican que ha habido una
explosión en el colegio “Padres caritativos”. Al parecer, un individuo
enmascarado ha esperado la hora del recreo para lanzar una granada por encima
de la valla hacia el interior del colegio. Según fuentes oficiales, la
explosión habría alcanzado de lleno a uno de los alumnos de 5° curso. A pesar de la tragedia, no hay que lamentar
más víctimas lo cual supone casi un milagro ya que, en ese momento, se hallaban
muchos niños en el patio…”
Sus oídos se negaron a seguir
escuchando, mientras que su corazón galopaba en su pecho dando coces dolorosas
a sus pulmones.
Empujó con fuerza el carro y
salió corriendo gritando como una loca: “¡Mi hijo! ¡Mi niño que me lo han
matado!”
Mientras se dirigía con un
carrera frenética hacia la escuela,
pensaba en su cuerpecito mutilado. Su cabeza arrancada del tronco. En su carita
un surco cruel lleno de pólvora negra borrándole la mirada. Lo vio tirado en el
suelo frío y anónimo del patio, con su
uniforme sucio, roto, ultrajado. Sus piernas retorcidas como las de una
marioneta rota. Sus piececitos descalzos y descoyuntados. Sus bracitos exánimes
y desgarrados.
Se había formado una multitud
alrededor de la verja principal del colegio. Ella, llorando y con voz ronca y
desolada, imploraba:-“¡Mi hijo! ¡Es mi niño! ¡Déjenme pasar que me lo han
matado!”.
Se fue abriendo un pasillo de
dolor y comprensión a su paso hasta que, por fin, divisó en el suelo frío el
triste cadáver del niño. El cordón policial impedía que se acercase más.
Un grupo de madres intentó
consolarla pero ella estaba destrozada.
-
¡Mi amor! ¿Qué te me han hecho?- gritaba con la
garganta en carne viva.
De repente, se escuchó: “Mamá,
estoy aquí”.
Jonás salió de entre los
compañeros que las maestras trataban de mantener alejados y avanzó hasta ella
para fundirse ambos en un abrazo no privo de los aplausos de los espectadores que
asistían a la escena.
Ella, riendo como una loca, con
Jonás en brazos, mostraba a todos su alegría. “¡Está vivo!”, repetía con
lágrimas de emoción.
Las madres aplaudían en medio de
la algarabía.
Una mujer se abrió camino entre
ellas desgarrada de dolor llorando: “¡Jonathan! ¡Es mi Jonathan! ¡Lo han dicho
en la radio! ¡Ayúndenme, por favor, que sin él me muero! ¡Jonathan, mi niño!”.
Una de las madres se dirigió a
ella :-”Señora, por favor, un poco de respeto hacia la alegría ajena. ¿No ve
que esta señora acaba de descubrir que su hijo está ileso?”.
-“ De verdad, ¡qué falta de empatía!”,
la amonestó otra madre.
-“¡Y de consideración!”
Ibone Bueno Vicente
(Aereo tra Amsterdam e Madrid- 13
febb’24 Ibone)
Diciembre 2023
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