Advertencia

Todo lo que publico en este blog es material original libremente creado por mi mente. La idea es la de reunir textos que he escrito en el pasado alternándolos con textos que produzco en la actualidad.
Ninguna pretensión literaria. Todo lo que escribo nace de mi imaginación, de mis sentimientos, de mis vivencias. ¡Es exclusivamente mío!
Yo no escribo lo que pienso, yo escribo lo que siento. Si a alguien lo incomoda de alguna manera, no tiene por qué leer.

giovedì 22 febbraio 2024

Crímenes por dilucidar (Trilogía inesperada)

 En esta ocasión, Raúl Vacas nos asignó a cada uno el título de un microrrelato ya existente. Se trataba de escribir una historia policíaca o con el crimen como tema. A mí me tocó "¿Es posible dilucidar un crimen?" Aprovechando el tiempo pasado en los distintos medios de transporte, escribí la primera historia. De ahí, surgió la segunda casi sola. Y ya que "Non c'è due senza tre", acabó convirtiéndose en trilogía. De todos modos, cada historia es independiente y al mismo tiempo, están legadas entre sí. ¡Buena lectura! Y si alguien es capaz, puede intentar dilucidar los crímenes...

EL TREN

(Basado en hechos reales)

El tren rebosaba de gente.

Ella, tímida como era, llevaba varias horas aguántandose las ganas, cada vez más exigentes, de orinar.

Miró la hora en su móvil. Aún quedaba bastante para llegar a su destino.

Venciendo, por fin, su introversión, agarró por el cuello el coraje y se levantó de su asiento intentando mantener sus ojos en la nada.

Su desazón aumentó al llegar al servicio y comprobar que se trataba de un baño habilitado para personas con movilidad reducida. Odiaba el sistema de cierre por si alguien podía entrar mientras hacía pis.

Sin embargo, las punzadas que acosaban su abdomen empezaban a resultar insoportables.

Una vez dentro, lo primero que observó  fueron varias manchas de un marrón rojizo en el suelo  delante de la taza y alrededor de esta.

Con una posición de equilibrista para no poner los pies encima, se bajó los leggins y el tanga mientras sus ojos fijaban obsesivamente los circulitos no del todo secos.

Quizás a alguien le había empezado a sangrar la nariz. Fantaseó. O puede que la regla hubiese sorprendido a alguna chica impreparada. Ella siempre llevaba consigo un “arsenal” de tampones por si acaso.

De repente, notó un golpecito tibio y húmedo en su cabeza. Se llevó instintivamente la mano al pelo. El tacto caliente, espeso y pegajoso la puso en alerta.

Se limpió y vistió precipitadamente. Levantó la mirada hacia el techo y vio una rejilla de la que cayó otra gota roja.

El pánico se apoderó de sus sentidos. Los ecos de su corazón martilleaban sus oídos y un zumbido sordo repiqueaba en sus sienes.

Desactivó el candado de la puerta corredera y pulsó maniacalmente el botón de apertura sin éxito.

Entonces, comenzó a gritar con la fuerza de su desesperación pidiendo ayuda.

Silencio.

-¡Perdone! ¡Revisor! La puerta del baño no se abre.

-Lo siento, señor. Lleva estropeado más de una semana y no consiguen arreglarlo. Pero puede utilizar el del vagón siguiente, si lo desea.

-Gracias.

El pasajero volvió a su asiento. El suelo de aquel baño lleno de manchas lo había hecho desistir. Ya iría al llegar a la estación.

Madrid-10 febrero 2024- Ibone









Museo del Ferrocarril (Delicias-Madrid)

Settembre 2019










 El avión

Apenas se apeó del tren, se dirigió a los baños de la estación.

Un cartel anunciaba que se encontraban cerrados por limpieza.

Valoró ir a los del centro comercial cercano pero desechó enseguida la idea ya que iba con el tiempo justo. Por otro lado, la necesidad de orinar tampoco era incontrolable.

Se introdujo con paso firme en el vagón del metro tirando de su maleta con ruedas. Pasaría el control de equipajes y después, con calma, buscaría un servicio de los muchos diseminados por la T2.

El metro acababa de dejar atrás “Mar de cristal” cuando se escuchó un ruido sordo y el vagón fue perdiendo velocidad hasta quedar postrado en la vía, privo de movimiento.

Las personas se miraban entre ellas con gesto interrogativo hasta que a través de la megafonía, informaron de la avería que ya todos intuían.

Se les rogaba permanecer tranquilos y  quietos. En breve, enviarían un autobús a recogerlos para llevarlos al aeropuerto.

Controló la hora en su móvil. Aún tenía tiempo antes de que saliera su avión.

Se preguntaba por qué no había ido al baño en aquel tren. Es cierto que, al ver aquellas manchas en el suelo, había tenido un mal presentimiento; pero, ahora que su vejiga empezaba a  pesarle como el plomo, se arrepentía de haber hecho caso a esa sensación irracional. Al máximo se hubiera manchado los zapatos.

Sólo le cabía esperar que el autobús llegase pronto.

No fue así ya que se demoró bastante por culpa del tráfico intenso.

Cuando, por fin, entró en el aeropuerto, escuchó la última llamada de su vuelo. ¡Menos mal que el control de equipajes fue veloz!

Se apresuró hacia la puerta de embarque reteniendo las ganas de orinar, ahora ya, considerables.

El avión subió de cuota. La señal de mantener los cinturones abrochados se apagó. Se levantó de su asiento como si tuviera un resorte con un único pensamiento: llegar al servicio del avión.

Casi se le saltan las lágrimas al descubrir en el largo pasillo, una fila de gente esperando delante de él.

No podía más. Bajó la mirada hacia sus brazos que rodeaban y sostenían su vientre con el fin de aligerar el peso de su vejiga. “¡Aguanta, aguanta, aguanta!”.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido así, casi acurrucado, si bien le pareció una eternidad.

Alzó la mirada y comprobó con alivio que el pasillo estaba despejado y  verde la señal luminosa del WC.

Avanzó apoyándose en los respaldos de los asientos vacíos. ¡Qué extraño ! ¿Dónde se había metido toda la gente que esperaba en la cola? Juraría que no habían pasado junto a él. La necesidad de la micción lo distrajo de sus cavilaciones. Abrió la pequeña puerta del lavabo y, con un suspiro casi místico, liberó toda la tensión. ¡Por poco se lo hace encima!

Se subió la cremallera de la bragueta con una expresión de satisfacción en su rostro. Incluso se sonrió a sí mismo en el espejo.

Apretó el botón azul de la cisterna.

¡Oh, no! Intentó agarrarse a los pasamanos de la pared, sujetarse con los pies en el borde del váter.

Ante la impotencia, gritó con toda su energía pidiendo ayuda, desafiando con su voluntad la vorágine que lo aspiraba en un torbellino ronco.

Silencio.

-¡Perdone, azafata! Necesito ir al baño.

-Lo siento, señora. Hemos empezado el descenso. Tiene que permanecer en su asiento.

Contrariada pensó en ir a los baños del aeropuerto en cuanto desembarcara.

Spazio aereo europeo- 10 febbraio 2024- Ibone Bueno Vicente.

In volo fra Málaga e Madrid

Dicembre'23

 



El hotel

El avión aterrizó en el aeropuerto de destino con un considerable retraso.

Miró su reloj. ¡Vaya! Contaba con el tiempo justo para no perder el autobús hacia el centro de la ciudad.

Viajaba siempre ligera de equipaje por lo que se ahorró el tener que esperar en la cinta correspondiente.

Necesitaba ir al baño. La azafata, bastante antipática por cierto, se lo había impedido en el avión porque habían iniciado las maniobras de aterrizaje. A decir verdad, el vuelo le había parecido extraño sin saber bien el motivo. Claro que ella era dada a fantasear.

De todos modos, si ahora se entretenía, debería esperar bastante para coger otro autobús a Cityterminalen. Recordó que los autobuses de Flybussarna disponían de wc a bordo. ¡Un pequeño esfuerzo y, por fin, podría hacer pis!

Sacó el billete de ida y vuelta en las máquinas automáticas y llegó a la marquesina cuando los últimos pasajeros estaban subiendo al autocar.

Depositó su maleta en el compartimento a tal efecto buscando un asiento cercano al servicio.

Apenas en ruta, bajó la estrecha escalera. ¡Maldición! ¡Fuera de servicio! No le quedaba más remedio que aguartarse. Afortunadamente, su hotel estaba enfrente de la estación central de autobuses.

Así pues, una vez realizado el check in, se dirigió apresuradamente al servicio que había detectado cerca de la recepción.

Observó una mancha de unos 15 cm de diámetro delante de la puerta.  Era de un color marrón grisáceo. Le llamó la atención por la forma de estrella que tenía. Por otro lado, suponía un elemento fuera de lugar dentro de la absoluta pulcritud del resto del edificio.

Su vejiga le mandó un mensaje ineludible: no era el momento de dar rienda suelta a su nutrida imaginación.

Entró echando el cerrojo.

Suspiró feliz al descargar el peso de su abdomen. Un poco más y se lo hace encima.

Después de lavarse las manos, intentó abrir la puerta pero parecía atascada. Tras varios intentos fallidos, la claustrofobia comenzó a cercarla.

Gritó pidiendo ayuda con toda su energía, aporreando la puerta con una sensación mixta entre ansiedad y sentido del ridículo.

El tiempo transcurrido hasta que el recepcionista logró desbloquear la puerta le pareció una eternidad.

El chico se disculpó mortificado. Había olvidado advertirla del mal funcionamiento de la puerta que se atascaba continuamente.

Entró, por fin, en su habitación avergonzada por su hipocondría que la llevaba a dibujar escenarios terribles ante cualquier contratiempo. Decidió tranquilizarse imaginando la maravillosa semana que tenía ante sí, para ella solita en la lejana Estocolmo. Empezaría por un buen baño caliente, lleno de burbujas. Antes colgaría fuera de la habitación el cartel de “No molestar”.  Era su momento y no quería interrupciones de ningún tipo.

Se sumergió en la bañera abandonándose a la placidez que la envolvía.

De repente, notó como si un abrazo húmedo y poderoso la estrechase con inmensa fuerza arastrándola bajo el agua, imposibilitando su movilidad.

Quiso gritar pidiendo ayuda pero sólo consiguió tragar agua. Sus ojos parecían de vídrio y su expresión desencajada. Plof. El tapón del sumidero saltó liberando el paso de todo cuanto contenía la bañera.

Silencio.

El personal de limpieza decidió entrar después cuatro días a pesar de seguir el cartel en la puerta.

La habitación estaba en perfecto orden. No así el servicio donde el sumidero estaba lleno de pelos enmarañados.  ¡Qué poca consideración tiene alguna gente! ¡Como se lo daban todo hecho!

Estaba molido. Menos mal que le faltaba poco para acabar el turno.

En cuanto llegase a casa, se iría derechito a la bañera.

Ibone, aereo KLM fra Stoccolma e Amsterdam- 13 febbraio’24


Stoccolma (Svezia)

Febbraio'24

 

 

 


Nessun commento:

Posta un commento

Commenti / Comentarios