En esta ocasión, Raúl Vacas propuso una tarea que comenzase con la frase "Llegué al bar de la esquina y estaba cerrado". He aquí mi contribución a la causa.
BARES
Llegué al bar de la esquina y estaba cerrado…
No, no es verdad. Nunca hubo un bar en la esquina; o, si
lo hubo, no fue mi bar. Aunque sí es cierto que, durante mi vida, me han
cerrado muchos bares. Otros muchos decidí clausurarlos yo. Así. Si más. (Los
que más).
Siempre quise tener un “bar especial” como los que
mostraban las series americanas: Cheers, Friends… Telefilmes que, para
ser sincera, nunca seguí como casi nunca he seguido lo que la mayoría aplaudía.
Sin embargo, este querer sin querer o, dicho de otro modo, este no querer a la
vez de necesitar quererlo, es una característica enquistada en mi forma de ser.
Es cierto que, a lo largo de mi camino, ha habido sitios
“especiales”, en general, asociados a personas que han formado parte de mi
intimidad. ¿Cómo no recordar las mañanas de domingo de mi infancia? Cuando la
rutina consistía en ir a misa y después de bares. Obviamente, siempre a los
mismos donde todo el mundo se conocía y todos parecían amigos de todos aun sin
conocerse realmente.
Recuerdo con especial nitidez “El Cafetal” de Gran
Capitán. El jukebox o tocadiscos donde seleccionábamos la canción que
queríamos escuchar. Metías el duro o la moneda de cinco duros para seleccionar
más de una canción y los acordes de Nino Bravo, Camilo Sexto, Los Pecos o Pablo
Abraira, amenizaban las charlas atronadoras de la gente. El corto de cerveza, el chato de vino, las
croquetas de jamón, los boquerones en vinagre… Cuando no existían papeleras y
se tiraba al suelo todo lo que no era comestible o bebible. El serrín que
absorbía con avidez los líquidos distraídamente derramados por los clientes
jocosos y ruidosos. El humo de los cigarros que aleteaba por el aire en un
coito perfecto con los olores que escapaban de la cocina.
Luego crecí. Crecí de golpe y de repente. Y aquellas
mañanas ligeras y sabrosas de mojigatos domingos dieron paso a los placeres de
una incipiente adolescencia. Habíamos entrado de pleno en los maravillosos años
80. Cuando las litronas no estaban prohibidas. Cuando anidó la distinción entre
bares de alterne y bares de marcha. Cuando los últimos disponían de pista de
baile y la música era música y valía la pena bailarla o sencillamente
escucharla con un tubo de cerveza bien fresquita y un plato de manises.
Recuerdo con especial cariño el “K-Tino” de Gran
Vía, meta habitual a la salida de clase o los fines de semana. La música pop,
el tecno, el funky, los pinchadiscos que nos hacían dar vueltas
no solo en la pista de baile sino también en nuestra cabeza con su modo de
vestir a lo Depeche Mode.
Fue una de las épocas doradas de mi vida. Y la más
parecida a una de las series americanas anteriormente citadas. El bar era
sinónimo de amistad, de complicidad, de diversión, de despreocupación, de
confesiones, de esperanzas, de sentimiento de pertenencia a un grupo; algo que,
para mí, nunca ha sido fácil mantener por mucho tiempo por ese impulso
incontrolable que me obliga a cambiar, buscar, alterar, modificar, recomenzar,
cortar, partir de cero, olvidar, resetear, reinventarme. Ayudada, sin duda, por
mi continua necesidad de moverme, por mi imposibilidad de quedarme quieta a
todos los niveles.
Vinieron muchos bares después. Unos con un billar en el
centro. Otros con sus irresistibles patatas bravas. Sin olvidar los que
llenaban las tardes de juegos de mesa (¡He olvidado cómo se juega al julepe!).
Bares con besos apasionados, con tocamientos escandalosos o roces insinuantes. Otros
con sabor a alcohol de garrafón. Bares de fiestas de pueblos ajenos. Bares con
la esperanza de encontrármelo, de que me mire. Ninguno como el de Cheers porque
lo que confiere singularidad a un bar, es el lazo que te une a la gente con la
que lo compartes. Y es un lazo que no se puede improvisar. Si bien permanezca
en el alma ese anhelo inalcanzable imposible de recuperar.
Quizás un día vea esas series. No es un mal plan para
comenzar. ¿Y por qué no? Puede que incluso consiga encontrar mi sitio en algún
bar.
Ibone Bueno Vicente- Salamanca, 19-12-23-M
Copenaghen (Danimarca)-dicembre'23
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