A
veces necesito columpiarme en la tristeza,
No por
placer sino por sobrevivencia.
Lavar
las manchas oscuras y malolientes de mi alma
con el
salitre áspero de mis lágrimas caústicas.
Resurgir
de las cenizas con alas relucientes
ya que
sólo el fuego puede cauterizar las heridas.
Sanarlas.
Y
ninguna llaga cicatriza
cuando
hurgamos en ella maniacalmente.
A
veces dejo mi corazón en cueros
para
que aprenda a sobrevivir a la intemperie
de
estos tiempos hostiles a sentimentalismos.
Bárbaros
y vandálicos, cínicos.
Carentes.
Y lo
recojo como un bebé recién nacido,
incontaminado
y lleno de voluntad de latir.
De
devorar con voracidad la vida.
Y de
las lágrimas que he derramado
surge un
manantial de serenidad y dicha.
18-19
agosto 2020- La Línea de la Concepción
Uña de gato de flor blanca de Chiclana de la Frontera (covid-19)
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