Pruebo en vano a llevar el paso
de ese tu corazón esquivo.
Tropezando en la zozobra de tus requiebros
mientras bebo la dulzura que me suministras a sorbitos.
Manjar para mis ganas de sentir tu esencia.
Mi deseo: penetrar en ella, hacerla mía.
Colonizar tu vida para vivir en ella.
Sin tener que compartirla.
Pruebo a abatir el muro de tu estoicidad espinosa.
Y tu mirada dorada me traspasa, me atraviesa,
rompiendo mi voluntad de permanecer entera,
de no quebrarme ante tus palabras falsas y zalameras.
En tu paso amplio y acompasado me extravío.
¡No te llego! ¡Espera!
Tu me coges tímidamente la mano
y con el roce de tus dedos me reencuentro.
Me gusta caminar a tu lado.
Te vislumbro de reojo, a escondidas de ti,
espiando cada lineamiento de tu rostro
sin que te des cuenta.
¡Tan distraído te paseas!
Podría pasarme horas contemplándote,
perdida en tus ojos pícaros llenos de matices
que me hipnotizan y me alienan.
Me hacen sentir ebria.
Pero tú...
Tú te escapas de mis ganas de cariño,
de mi gran necesidad de tu contacto.
Y tu afecto va y viene
incomprensible
sacudiéndome como las olas caprichosas
contra un barco en alta mar.
Sin engullirlo. Magullándolo.
De repente,
me miras, me sonríes, me abrazas, me arrebatas,
me aprisionas entre tus brazos con fuerza infinita.
Una fuerza que contrasta con la ligereza de tus besos escurridizos.
Y pruebo a llevar tu paso,
tu paso profundo y lento.
Y no sé qué es lo que quiero.
Si quiero o no quiero.
O hasta dónde quiero
seguir en el intento de llevarte el paso.
Salamanca, 16 julio 2020 - IboneCádiz-julio 2020
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