No tiene por qué tratarse de algo concreto. Tampoco tiene que ver con estados de enamoramiento o amor. Me resulta incluso imposible ponerle un nombre, una etiqueta.
Cariño sí, bastante. En ocasiones, hasta abundante.
Es sólo la sensación placentera de sentirte bien cuando estás a su lado, cuando percibes su presencia y la cercanía de su cuerpo. Cuando entrelazáis los dedos o degustáis vuestros labios y mordisqueas el suyo carnoso y dulce. Su piel sin un perfume concreto, sólo con olor a él.
¿Y por qué privarse de algo que te encanta por el mero hecho de disfrutar y sentirte bien? ¿Por qué no dejarte llevar por los sentidos, las sensaciones, las emociones?
Lo importante es materializar lo que te acerca a un estado que podríamos definir como "felicidad". No renunciar a aquello que te gusta, te satisface, te llena de vida, te invade de pasión a veces; otras de serenidad. Pasar tus dedos entre su cabello fino.
Esas cosas pequeñas o grandes que te hacen sentir bien como su mano sobre tu cuerpo al amanecer, sus abrazos fuertes, avariciosamente intensos.
No dar la espalda a lo que deseas por miedos y temores infundados.
Abandonarte a lo que te dibuja una sonrisa e ilumina tu mirada como pensar en la suya.
Tú, sin ser nada más que eso, eres eso para mí: el brillo de unos ojos sonrientes, el leve toque de tus manos suaves, un pecho donde colocar mi cabeza, el placer indefinible del contacto con tus labios, tu lengua, tu boca toda. Sonrisas. Palabras. Bromas.
Todo eso y nada más. Nada más que eso.
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