Un beso es un viaje al mundo de los sentidos,
a un lugar del alma donde ningún otro medio
es capaz de llegar.
El beso te envuelve como se envuelve un regalo,
transportándote a lejanas galaxias,
a cálidas playas que te colman de calidez.
A idílicos paisajes llenos de placidez
o a montañas rusas de sensaciones
que recorren tu espina dorsal haciéndote enloquecer.
Es el preludio, el camino, la meta, el premio
que siempre aspiro a ganar.
Es ese sueño mío que, a veces, conviertes en realidad.
Me gusta besar, besarte, con los ojos cerrados
para poder concentrarme en el dulce sabor de tus labios mórbidos,
carnosos, delicados, por mí tanto deseados.
En la fusión sabrosa, casi orgásmica y placentera de nuestras lenguas,
en la sensualidad de la danza con que se contonean,
se buscan, se enredan, se entrelazan, se saborean.
Me gusta abrir los ojos y ver tus pupilas traslúcidas
concentradas sobre mí.
Observándome.
Pasar mis dedos entre tu pelo mientras tus brazos se aferran a mí
con la fuerza de tu abrazo.
Adivinar tu sonrisa nerviosa bajo la unión de nuestras bocas:
la tuya me vuelve loca,
no es ningún secreto para ti.
Y sueño tus besos.
Y ansío tu boca.
Y me ensombrezco cuando pienso que puede que no suceda ya más.
Castigo cruel no poder besarte.
Y que tú no me quieras besar.
21 marzo 2019
Espinho (Portugal) agosto 2018
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