El vacío que dejas (cuando te alejas)
en mis manos heladas sin tu
calor.
Y mis dedos que buscan ávidos
la presión de tus dedos cuando
me aprietan
con fuerza intensa, como con
desesperación.
El vacío que dejas (al estar
tan lejos)
en mi cama fría, árida,
inmensa
sin el abrazo cálido de tu
cuerpo
cuando se trenza con el mío,
arropada por tu brazo acaparador.
Y me falta sentir tu
respiración en mi cuello,
tu rostro ceñido al mío como
un vestido perfecto.
Y mis pies de carámbano buscan
los tuyos
bajo las sábanas inhóspitas y
gélidas.
Mas sólo consiguen toparse con
el vacío que dejas.
(Cuando no estás).
En mi olfato inútil sin el
olor de tu piel.
Si no puedo respirar tu
cuerpo,
¿para qué me sirve oler?
En mi boca que sin el toque
dulce de la tuya
no degusta, ni paladea, ni sabe,
ni cata, ni desea:
Eres tú el sabor que me deleita
el paladar.
El vacío que dejas (cuando te
has ido)
en mi alma, en mi corazón, en
mi cabeza.
Y en las ganas de sentirte en
mis entrañas
tristemente adormecidas durante
tu ausencia.
Prisioneras del sueño de
tenerte de nuevo a mi lado
para sentirme viva viviéndome
en ti,
y que me vivas y hacerte
sentir vivo conmigo
rebañando la vida con los
cinco sentidos.
El vacío que dejas...
Cuando el sino nos obliga y
castiga
a vivir echándonos de menos.
(¡Cuán lejos estás, mi amor!)
Ibone-Salamanca- 22 enero 2021
Aveiro-dezembro 2018
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