No
podemos filtrar lo que sentimos. Los sentimientos existen por sí solos más allá
de nuestra participación activa.
Imposible
establecer de quién enamorarnos, cuándo o si hay un momento oportuno. El mero
hecho de amar, odiar, desear, gustar...
Surgen
de manera espontánea y no se pueden obviar.
A
veces, nos hacemos la falsa ilusión de que podemos controlarlos, frenarlos,
darles forma, redirigirlos hacia donde nos gustaría (somos una especie controladora,
manipuladora, impositiva); pero es sólo un espejismo para paliar nuestra
frustración cuando lo que sentimos no nos proporciona el placer que esperábamos
o cuando nos hace sentir el alma en cueros o el corazón con llagas.
No
podemos elegir una emoción ya que escapan del control de nuestra mente y de
nuestra voluntad. Sencillamente se siente sin más. O todo lo contrario: no se siente.
Sin
embargo, es posible y aconsejable para poder vivir con bienestar interior
conseguir manejar el comportamiento que se deriva de las emociones para controlar
el sufrimiento, que no es una emoción y tampoco un sentimiento.
Sufrir
no es más que el no querer aceptar algo que es así y que no podemos cambiar.
Se
sufre al negarnos a admitir lo que sucede como lo que es: un hecho; y nos
dejamos llevar por el deseo de cambiarlo porque necesitamos interferir en el
curso de los acontecimientos.
Modificar
los hechos es algo que no depende de nuestro poder de decisión.
Cuando
sentimos dolor, podemos paliarlo de varios modos según el tipo de dolor que
sintamos. Los dolores físicos se pueden calmar tomando medicamentos. Los
dolores del ánima son menos profundos cuando se comparten, cuando se lavan con
el llanto... Por poner un ejemplo.
El
sufrimiento no sólo es estéril e inútil sino que además causa aún un dolor más intenso
que será más difícil de mitigar. Es altamente nocivo y no tiene ninguna utilidad.
Amén de ser un concepto unido a las religiones donde dolor y sufrimiento (algunas
de las bases de la sumisión) conllevan redención (para quien crea en el
pecado). La vida para mí no es un valle de lágrimas sino una continua sucesión
de oportunidades para crecer y disfrutar y sobre todo, para aprender.
A
pesar de haber encontrado muchas personas en mi vida que me han herido, en ocasiones
de muerte. A pesar de mi escepticismo cada vez más desarrollado, de mi
incredulidad, de mi dificultad para creer en gran parte del género humano, a
veces duele y mucho (la traición) pero no sufro o, al menos, trato de evitarlo. Porque
creo firmemente que se nace para intentar alcanzar el bienestar y para vivir momentos
de felicidad y en todo esto no tiene cabida el sufrimiento.
Resiliencia
la llaman algunos. También ayuda el mindfulness.
Lo esencial,
en todo caso, es no perder la esperanza y coger la vida de frente, sin escapar.
Aún creo en
la existencia de alguien con quien merezca la pena realizar el resto del camino
o al menos varios tramos. Porque la vida es bonita por sí sola pero compartida
se le saca mucho más partido.
2
agosto 2020-La Línea de la Concepción (Ibone)
(P.D.
No sé si he respondido a tu pregunta...)
Nei pressi di Lisbona- luglio 2018