Advertencia

Todo lo que publico en este blog es material original libremente creado por mi mente. La idea es la de reunir textos que he escrito en el pasado alternándolos con textos que produzco en la actualidad.
Ninguna pretensión literaria. Todo lo que escribo nace de mi imaginación, de mis sentimientos, de mis vivencias. ¡Es exclusivamente mío!
Yo no escribo lo que pienso, yo escribo lo que siento. Si a alguien lo incomoda de alguna manera, no tiene por qué leer.

giovedì 3 maggio 2018

He visto...

He visto tantas cosas... ¡Cuántas cosas he visto!
He visto delfines saltando sobre la espuma de la estela que dejaba mi ferry camino a Stromboli en una mañana cálida de junio, durante uno de los mejores años de mi vida.
He visto el vuelo del cóndor sentada sobre una roca en la cima del mundo donde todo parece perder importancia excepto la majestuosidad de sus alas planeando de una roca a otra. Silencio...
He visto y he tocado con un dedo el cielo a 5.500 metros de altitud, en Los Andes, después de subir un glaciar yo sola sin ninguna ayuda. Y desde allí, he visto el mundo a mis pies entre montañas nevadas y magníficos valles que te hacen olvidar la fatiga con la que respiras.
He visto la grandeza inexplicable de las pirámides de Giza; yo una partícula mínima ante tal inmensidad. ¡Perfección absoluta!
He visto la cruz del Sur y he caminado sobre la isla flotante de los Uros, en medio del lago Titicaca, cumpliendo de este modo uno de los deseos que más ambicionaba en mi vida. ¡Lágrimas de emoción ante un sueño hecho realidad!
He visto con estupor los diseños de las líneas de Nazca, misteriosamente perfectas desde el aire, invisibles en su totalidad desde la tierra.
He visto los inolvidables atardeceres de Espinho, cuando el Atlántico engulle el sol en cuestión de segundos, voraz y despiadado. Y el ocaso en Punta Secca, junto a la casa de mi adorado Montalbano, tonos dorados y rosa. Yo como un personaje de mi historia preferida.
He visto todos los colores del mundo desde Gaia contemplando una ciudad que adoro, Oporto: rojo, amarillo, azul, verde... impregnando mis iris de infinitos matices. Doblemente bella cuando las aguas del Duero calcan su imagen a modo de espejo.
He visto amanecer en mi Sicilia del alma mientras nadaba, yo sola en medio de una balsa de Jonio, sintiendo en mi cuerpo cada gota de agua de un mar cálido, con reflejos de plata que le confería el sol naciente. Y me sentía ligera como una pluma, libre como las olas.
He visto allá a lo lejos correr la lava por la ladera del Etna, sentada en el anfiteatro greco romano de Taormina, mi sitio en el mundo, con el mar como fondo y la luna llena reinando en el firmamento. Y me he sentido parte integrante de un cuadro lleno de magia. Goce de los sentidos.
He visto y oído la risa de mi madre: franca, plena, viva. Y he visto las ganas de vivir de mi padre: su alegría, su buen humor, su cariño incondicional y su lucha continua, fuente de inspiración a lo largo de mi existencia.
He visto cómo se ponía el sol desde esta orilla del Loira día tras día... Y su reflejo en unos ojos claros.
¡Y es que he visto tantas cosas! ¡Cuántas cosas he visto!
He visto la candidez en los rostros de mis hijas recién nacidas: una de las visiones más bonitas que jamás pudiera imaginar: sus manitas, sus deditos, esos cuerpecitos autónomos que formaban parte del mío hasta un segundo antes y que serán parte de mí para el resto de mi vida. 
He visto volar una lechuza blanca sobre nuestros cuerpos entrelazados, presagio de algo bueno, sin duda. 
He visto con asombro miles de mariquitas que pincelaban de rojo la lava negra del Etna, a 2500 metros de altitud, donde llegan mecidas por el viento para acabar allí su ciclo vital. He caminado sobre la lava apenas solidificada mientras debajo de mis pies aún fluía en estado líquido.
He visto  a la vez Asia y Europa con tan sólo girar mi cabeza a la derecha o a la izquierda.
He visto el amor en estado puro en sus miradas, dentro de sus ojos profundamente oscuros que me sonreían, en cada uno de sus gestos y me he sentido profundamente amada, querida. 
He visto un dragón tatuado sobre una piel de seda, la que más he deseado nunca, la única que me apetece acariciar hasta el fin de mis días.
He visto cómo muchos de mis sueños se cumplían y cómo se cumplían incluso algunos de mis no-sueños ya que lo que he visto superaba en muchas ocasiones cualquier expectativa.
Porque he visto, sí, cosas increíbles, indescriptibles, inconmesurables, insospechadas, infinitas... ¡Extraordinarias!
Sin embargo, lo mejor de todo lo que he visto es que, aunque nunca lo vuelva a ver en mi vida, las imágenes permanecerán por siempre nítidas en la retina de mi memoria porque son y serán mías, formando parte de mi historia. Como esos sabores que gusté alguna vez y que puedo sentir aún en el paladar con el mero hecho de evocarlos. 
He visto tantas cosas... Y por eso,  por todo lo que he visto y por todo lo que me queda por ver, llevaré los ojos siempre bien abiertos. Los de la mente también.
30 aprile'18
(A Cari)

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