Advertencia

Todo lo que publico en este blog es material original libremente creado por mi mente. La idea es la de reunir textos que he escrito en el pasado alternándolos con textos que produzco en la actualidad.
Ninguna pretensión literaria. Todo lo que escribo nace de mi imaginación, de mis sentimientos, de mis vivencias. ¡Es exclusivamente mío!
Yo no escribo lo que pienso, yo escribo lo que siento. Si a alguien lo incomoda de alguna manera, no tiene por qué leer.

lunedì 26 marzo 2018

Cosas sobrevaloradas

Cosas sobrevaloradas desde mi punto de vista, o sencillamente distorsionadas. Todas ellas confluyen en un único punto común: el justificar, excusar y abogar por un incipiente egocentrismo con la consiguiente incapacidad de sentir empatía y la falta de generosidad y tolerancia con quienes nos rodean. Cada vez más concentrados en nuestro ego para paliar carencias y enmasquerar inseguridades. Ahí van en orden aleatorio:
1. La soledad. Quien me conoce bien sabe que es algo que llevo mal. Quizás porque he pasado muchos años de mi vida sola y seguramente por eso tengo los elementos necesarios para decir que no me gusta salvo en aspectos puntuales, evidentemente.
La mayoría de las personas que van por ahí reivindicando lo maravilloso que es estar solos tiende a dar vueltas sobre su propio ombligo sin intentar siquiera levantar la mirada para ver más allá, en su estupenda zona de confort.
Yo respeto la elección de cada cual siempre y cuando no pretendan imponerme sus criterios y sus puntos de vista. Los del club de "mejor solos" suelen incluirse en esa tendencia.
Soledad como sinónimo de exclusión social, rayando el borderío (compartido con la sección sinceridad  del punto 2...).
Quizás soy realmente extraña pero si algo he tenido claro en la vida y cada vez con mayor nitidez, es que no me da la gana ni tengo que renunciar a nada. Hay momentos en los que me gusta estar conmigo misma sin nadie alrededor; pero hay circunstanias, que pudiendo realizar y vivir sola,  pierden un porcentaje enorme de placer y valor si no las comparto con alguien. Es inútil que intenten convencerme de lo contrario: viajar, tomarme algo en un bar, salir a bailar, cocinar... Es obvio que puedo hacerlo sola pero pierde gran parte de su encanto (para mí prácticamente todo el atractivo). Necesito un intercambio de ideas y de sensaciones constante para crecer como persona y disfrutar del momento.
2.La sinceridad. Siempre he defendido la honestidad por encima de la sinceridad pues esta última ha dado pie a justificar comportamientos dañinos hacia quien obligamos a escuchar nuestras palabras profundamente sinceras y muchas veces crueles, soberbias y/o maleducadas. Yo no tengo por qué decir todo lo que pienso. Sencillamente pienso lo que digo y en ocasiones, callo lo cual no me hace sentir menos sincera. Sin embargo, no acepto ni tolero que las cosas se digan a bocajarro sin tener en cuenta la sensibilidad de quien tenemos delante. Hay que poseer una gran capacidad comunicativa, la suficiente empatía y un conocimiento exhaustivo de nuestro interlocutor para decirle, sin mentiras, lo que pensamos pero sin herirlo y sin perder de vista una pregunta: "¿Realmente tu "sinceridad" le importa algo a esa persona? ¿Crees que vas a iluminar su existencia con la verdad verdadera de tu palabra?". No saquemos las cosas de contexto.
Si pregunto a mis hijas si esa camiseta me pega con esa falda, me espero una respuesta sincera. Yo decido de todos modos si me lo dejo o me cambio. Pero si sencillamente cuento un episodio de mi vida, espero como mucho un consejo HONESTO (en ocasiones ni eso porque no siempre contamos algo para que la magnificencia del que escucha nos solucione la vida). Si me piden mi opinión sobre algo, intento ser sincera pero amable. No comulgo con la filosofía del "yo yo yo yo". A veces basta con escuchar, sin más.
3. La felicidad. Entendida como el negar la posibilidad de fluir sentimientos y emociones que no demuestren alegría o que muestren todo lo contrario. Estamos condenados a "aparentar" felicidad. No se nos permite estar tristes en público. Y si  "se te escapa", a menudo te ves inundado de frases hechas sin valor real, de tópicos y comentarios banales que intentan forzarte a que muestres alegría aunque dentro te sangre el alma. Esto es algo que no soporto. Me pone de muy mal humor.
En uno de los cursos de comunicación y autoestima que realicé en la Pontificia hace años (el mejor, sin duda, porque me llevó a profundas reflexiones y a plantearme el modo en que actuaba y había actuado con los demás y conmigo misma hasta entonces), la psicóloga que lo impartía nos dijo que el hecho de pretender a toda costa que alguien que está llorando deje de hacerlo, era una reacción completamente egoísta ya que no nos movía el querer que esa persona estuviera mejor (si uno llora, generalmente es porque necesita hacerlo para sacar el dolor, tristeza o rabia que tiene dentro), sino por la angustia que nos produce a nosotros mismos ese llanto. Queremos que pare para sentirnos bien nosotros pues su estado nos crea frustración e impotencia. La pena y el dolor son sentimientos que forman parte de nuestra naturaleza humana. Si no me quieres ver sufrir, no me mires pero no me pongas paños calientes para aliviar tu conciencia.
4. La libertad. Yo  no necesito volar para saber que tengo alas,  para sentirme libre. Me basta la certeza de que puedo hacerlo cuando me apetezca. Y lo hago cuando procede, eso va en mi ADN.
Para mí, la libertad no es hacer de todo por mi cuenta y sin atarme a nadie sino hacer lo que realmente deseo hacer. Nunca me ha supuesto una merma de libertad compartir mi tiempo, mi vida con alguien con quien he elegido estar.
Me siento prisionera cuando tratan de etiquetarme, encorsetarme en situaciones en las que me siento obligada a permanecer o cuando noto que se me impone algo. Sin embargo, los compromisos adquiridos con plena consciencia y de manera voluntaria no sólo no vulneran mi libertad sino que la refuerzan: lo hago porque así lo he decidido y porque es lo que deseo. Porque me hace feliz y sé que lo decido libremente. Y, por otro lado, son necesarios para mi equilibrio mental.
La libertad está en la cabeza y todo lo demás suele reflejar egoísmo, inseguridad, el miedo a compromisos. Como si eso te hiciera perder una parte de ti mismo en lugar de verlo como la posibilidad para enriquecerte a nivel personal recibiendo y dando de igual manera.
5. La crítica. Criticar por criticar. Juzgar a los demás desde la pequeñez de nuestro cerebro o desde la envidia que provoca el ver que el otro hace cosas que nosotros no nos atrevemos a hacer. Pienso, por ejemplo, en los comentarios que se leen en las redes sociales despreciando a quienes publican fotos o noticias sobre su vida. Y yo me pregunto: si tanto os fastidia, ¿por qué vais a meter vuestras narices en sus perfiles? Desactivad las notificaciones y punto. A mí me molestan muchísimo los post que incluyen imágenes o noticias sobre el sufrimiento de niños, personas en general y animales. Tampoco me agrada ver imágenes vulgares. He desactivado las notificaciones de los contactos que suelen poner este tipo de contenido. Y por lo demás, me queda también la opción de no meterme en el perfil de la gente. Y si lo hago, tendré que aceptar lo que vea pues nadie me obliga a husmear.
Me entiendas o no me entiendas, respétame como yo te respeto. Y esto no es una petición que te hago sino más bien un límite que te impongo. Nada ni nadie te da derecho a juzgarme.
No pretendo que quien lo lea esté de acuerdo. Es sola y exclusivamente mi opinión, mi punto de vista y mi filosofía, desde mi absoluta libertad. Y "sinceramente" que los demás lo compartan o lo critiquen, me la refanfinfla.
26 marzo 2018

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