Advertencia

Todo lo que publico en este blog es material original libremente creado por mi mente. La idea es la de reunir textos que he escrito en el pasado alternándolos con textos que produzco en la actualidad.
Ninguna pretensión literaria. Todo lo que escribo nace de mi imaginación, de mis sentimientos, de mis vivencias. ¡Es exclusivamente mío!
Yo no escribo lo que pienso, yo escribo lo que siento. Si a alguien lo incomoda de alguna manera, no tiene por qué leer.

sabato 28 ottobre 2023

Buscando la felicidad

 

BUSCANDO LA FELICIDAD

 

Había una vez una mujer anciana a la que toda la gente del lugar consideraba una persona inteligente, sensata y sabia.
Tenía tres hijas llamadas Melancolía, Esperanza y Ahora, tan distintas entre sí como la vida misma.
Una mañana de un gris septiembre, la anciana las convocó entorno a su lecho de muerte: "Queridas hijas, sabéis lo feliz que he sido en mi vida aunque, como es natural, no siempre. Vosotras sois muy jóvenes por lo que he decidido donar toda mi herencia a aquella que consiga acercarse en la mayor medida a la felicidad. Buscadla, pretendedla, cortejadla, cultivadla, perseguidla con tesón como os dicten vuestros corazones pero sin darle la espalda a la sensatez".
Dicho esto, expiró con una expresión serena en su rostro.
Cuando se les agotaron las lágrimas por el dolor de la pérdida, se sentaron las tres hermanas alrededor de la mesa de la cocina.
Melancolía, la mayor, comunicó con orgullo a las demás: "Mañana partiré en busca de la felicidad que ya he vivido". Y comenzó a preparar su maleta de recuerdos.
Esperanza las miró altanera y sentenció: "Yo iré a buscarla en los momentos felices que han de llegar". Y se puso manos a la obra llenando su maleta de sueños y proyectos.
Ahora, la más pequeña, las miró con su habitual humildad: "Yo, hermanas queridas, me quedaré aquí y en este momento, viviendo el día a día. Así no dejaremos la casa a merced de malhechores".
Sus hermanas la miraron con sarcasmo y le reprocharon con altivez: "¡Qué simplona que eres, Ahora! ¡Hasta tu nombre es insulso y carente de interés! No como los nuestros: evocadores, oníricos, inspiradores... ¡Perfectos! ¡Quédate aquí y "Ahora"!"- se mofaron sin dejar de reír a carcajadas. - "¡Así no supondrás ninguna competencia!".
A la mañana siguiente, emprendieron sus viajes ilusionadas.
La más madrugadora fue Melancolía que, mientras tiraba de su maleta con ruedas, pensaba con una mirada anidada en la nostalgia: "Allá donde fui feliz, volveré a serlo. ¡Allí está mi felicidad! Donde crecí, donde jugué, donde amé, donde reí, donde poseí, donde me sentí alguna vez viva".
Caminó sin descanso, noche y día, dirigiendo sus pasos hacia el pasado añorado.
Creyó que estaba cerca de lograrlo cuando se topó con una valla que no permitía el paso. Un cartel viejo y descolorido anunciaba perentorio: "Carretera sin salida. Disculpen las molestias. Final de trayecto".
No podía creer lo que veían sus ojos, los cuales, en ese preciso instante, se llenaron de nada. Fue entonces cuando recordó las palabras que su madre le solía repetir cuando era pequeña: "Mi querida niña, mi Melancolía, el pasado solo se puede rozar en los fragmentos perdidos. Y el gozo que produce es efímero en comparación al vacío que deja en quien se obstina en aletargarse en su regazo."
La depresión por lo que había sido y se fue y ya nunca sería, se apoderó de su mente ennegreciendo sus pensamientos hasta desangrar por completo su optimismo inicial.
Quedó prisionera del ayer, en un mundo que ya no existía. Consumiéndose poco a poco con recuerdos cada vez más borrosos y tristes hasta convertirse en un cuerpo momificado, sin vida.
A Esperanza no le gustaba madrugar. Tendente a procrastinar, se levantó con calma y con su característica mirada de ensoñación, se puso en marcha.
Empujando su maleta con ruedas, en dirección al futuro, se decía a sí misma: "Conoceré al amor de mi vida, viajaré por todo el mundo, disfrutaré a más no poder, aprenderé muchas lenguas, tendré una casa enorme con un jardín, ganaré mucho dinero, compraré, haré, seré, tendré, llegaré, iré... y volveré feliz a por mi herencia".
Ensimismada en sus infinitos proyectos, caminó y caminó y caminó hasta tropezar con una valla infranqueable. Sorprendida, se paró en seco sin entender qué sucedía.
Alcanzó a ver un cartel de neón parpadeante donde se leía: "Carretera en construcción. Disculpen las molestias. Final de trayecto".
No podía creer lo que veían sus ojos, los cuales, en ese preciso instante, se llenaron de nada. Fue entonces cuando recordó las palabras que su madre le solía repetir cuando era pequeña: "Mi querida niña, mi Esperanza, los proyectos de futuro son bellos y ayudan muchas veces a seguir con ilusión y a perseguir nuestras metas. Pero no son, porque aún no existen. El futuro solo se puede rozar en los sueños de un avenir ideal. Y el gozo que proporcionan es efímero comparado con la frustración que generan en quienes solamente se atreven a soñar".
La ansiedad por lo que hubiera querido que fuera pero nunca sería, se amarró a su pecho dificultándole la respiración e impidiendo que el aire penetrara en sus pulmones. Los músculos agarrotados no obedecieron y su mirada se congeló hasta convertirse toda ella en un holograma, un avatar sin vida.
Ahora se levantó como cada día. Sin pretensiones inalcanzables. Sin recuerdos paralizantes.
El otoño se insinuaba por medio de un viento tibio y delicado.
Ahora cogió su cesta de mimbre y se sintió feliz adentrándose en el otoño mientras recogía setas en el bosque. Observando cómo las hojas de los árboles se teñían de oro para rendirse después dejándose caer mecidas por el viento, en un vuelo acrobático y ligero.
Y fue feliz chapoteando en los charcos con sus katiuskas amarillas en los días de lluvia. Asando castañas en el fuego.
Abrazó la felicidad con cada copo de nieve que besaba sus mejillas durante el frío invierno. Contemplando boquiabierta las luces que anunciaban la llegada de la Navidad a la ciudad. Acercando sus manos congeladas al calor de la leña que ardía en su chimenea. Consumiendo a sorbitos un humeante caldo de pollo que le calentaba el alma.
Su sonrisa floreció con las primeras amapolas silvestres, que crecieron anárquicamente en un campo cercano con la llegada de la primavera.
Regaba cada día sus plantas que, agradecidas, la premiaban con flores de colores alegres y con perfumes intensos que la llenaban de dicha.
¡Hum! ¡Y qué suculentas las cerezas del Jerte! ¡Y los fresones de Huelva!
¡Achís! ¡Salud!
Caminó día a día de la mano del verano dejándose invadir por cada rayo de sol.
Saboreando con calma granizados, gazpachos y helados con gesto goloso.
Atravesó cada estación mirando a la cara el presente, buceando en cada segundo de vida, sin tratar de inmortalizarlo. Sabiendo que el ahora es ahora. Y cuando se va, se ha ido. ¡Mejor que se vaya bien exprimido!
Y recordó con cariño las palabras que solía repetirle su madre: "Mi querida niña, mi Ahora, haz un ramillete de recuerdos, no renuncies a tus sueños. Pero, ante todo, nunca olvides que LA VIDA dura el tiempo que transcurre entre los unos y los otros".
Y comprendió que las enseñanzas de su madre y hasta aquel nombre que le había dado al nacer, eran su mejor herencia.
¿Qué pone en ese cartel? "Carretera sin final. Se ruega no obstruir el paso. Gracias".                                                     
          Tren a Madrid-28-10-23-S- Ibone Bueno Vicente (Cuarto trabajo del taller de escritura)

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