Te echo de menos sin agobios angustiosos.
Sin "no puedo vivir sin ti, mi vida".
Tan sólo echando de menos tu cuerpo,
tus manos cuando me tocan,
el olor de tu piel, su gusto intenso
cuando se funde con la mía,
poro a poro.
Te echo de menos cuando cae la noche
y deseo acariciar tu pecho
con la yema de mis dedos,
con mi cabeza apoyada en tu sien
mientras tu corazón compone para mí una nana
de latidos acompasados.
Tus labios deseables,
el sabor de tu boca,
Tu lengua dulce como la miel.
Tus ojos clavados en mis ojos,
Hechizados y hechiceros.
El sonido de tu voz que me cautiva
y me lleva a lugares inexplorados
con ese acento que me enamora.
Y cuanto más tiempo paso contigo,
más echo de menos tenerte junto a mí,
formando parte de mi día a día
cuando no te tengo.
Amor, tan lejano mas tan profundamente en mi ser
que te siento aunque no te pueda sentir.
¡Tan dentro!
En cada latido de mi corazón,
en cada mueca de mi sonrisa.
En los destellos de mis miradas.
En el deseo indomable que desatas en mis entrañas.
Te echo de menos cuando amanece
y necesito escuchar inmóvil tu respiración dormida
a la vez que te rozo levemente
con la punta de mis dedos
en un intento pueril
de introducirme en tu sueño
profundo, apacible, casi infantil.
Quiero encallar en tu existencia
y quedarme anclada en ella,
en silencio.
Ser parte de ti.
Y cada día que pasa
cuando te tengo tan lejos,
te echo un poquito más de menos
(aquí).
Te echo de menos
sin "no soy nada sin ti"
pero sí contigo soy más.
Y quiero ser con tu ser
un único ser,
un corazón singular:
tú en mí y yo en ti.
Simplemente sin más.
Te echo de menos...
¿Y tú? ¿Cuánto me echas de menos?
Ibone-3 marzo 2021
Torreira (Portugal)-agosto 2019
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