Cuando te marchaste, tenías 3 años menos de los que yo tengo en este momento.
Te fuiste apagando como la llama temblorosa de una vela, mecida por el viento, en esa habitación, detrás de los cristales de esa ventana desde la que derramas tu sonrisa estupenda en las fotos. Aún recuerdo tu forma clara y auténtica de sonreír. Sonreías con los labios y sonreías con los ojos iluminándolo todo y llenándolo de alegría. Celando el dolor que te carcomía por dentro.
En esa habitación en la que me trajiste al mundo y en la que exhalaste tu último suspiro aquel aciago día de septiembre cuando sobre mi mundo infantil cayó un telón negro que ensombrecería para siempre una parte importante de mí misma.
Pocos fueron los cumpleaños que logré compartir contigo, tan solo 12 catorce de abril. Y sin embargo, te llevo tan dentro de mí, tan profundamente arraigada en mis entrañas que, cuando pienso en ti, cuando te recuerdo, vuelvo a ser aquella niña mimada, hiperprotegida que llevabas de la mano con orgullo. ¿Por qué me abandonaste tan pronto, tú que amabas como yo tanto la vida?
14 de abril sin año:
¡Feliz cumpleaños, mama!